Debimos haber amado
cuando empezaba la siembra
en aquellos surcos de oro
a la orilla de la sierra.
Pero seguimos los pájaros
y llegamos a una aldea
donde los rapsodas tristes
contemplaban las estrellas.
Allí, tu boca fue dulce
y tu mirada fue tierna,
y tus bellos ojos claros
libres de toda sospecha.
¡Cuán quietos ahí estuvimos!
Y nuestras voces… ¡Cuán trémulas!
Aún pasaba el aguador
por el borde de la acequia,
el viento aún sacudía
suavemente las caléndulas.
Aún subían mis versos
por un aceite de almendras
y con astrales fulgores
le daban brillo a tu trenza.
Todavía por la noche
con tus manitas de cera
sujetabas los atados
a los picos de cigüeñas.
¡Y la nube crecía grande!
¡Y tu imagen crecía inmensa!
Las gaviotas se convierten
en sombra sobre la arena
cuando ya nadie las busca,
cuando nadie las recuerda.
La gracia de los pastores
se cautiva ante la hoguera
y en las plumas fulgurantes
de un gran colibrí se aleja.
Mi palabra sube al cielo
ondeando cual bandera
y tus ojos no la miran,
y en el sol ella se quema.
¿Qué sucede con las almas
cuando nadie piensa en ellas?
cuando empezaba la siembra
en aquellos surcos de oro
a la orilla de la sierra.
Pero seguimos los pájaros
y llegamos a una aldea
donde los rapsodas tristes
contemplaban las estrellas.
Allí, tu boca fue dulce
y tu mirada fue tierna,
y tus bellos ojos claros
libres de toda sospecha.
¡Cuán quietos ahí estuvimos!
Y nuestras voces… ¡Cuán trémulas!
Aún pasaba el aguador
por el borde de la acequia,
el viento aún sacudía
suavemente las caléndulas.
Aún subían mis versos
por un aceite de almendras
y con astrales fulgores
le daban brillo a tu trenza.
Todavía por la noche
con tus manitas de cera
sujetabas los atados
a los picos de cigüeñas.
¡Y la nube crecía grande!
¡Y tu imagen crecía inmensa!
Las gaviotas se convierten
en sombra sobre la arena
cuando ya nadie las busca,
cuando nadie las recuerda.
La gracia de los pastores
se cautiva ante la hoguera
y en las plumas fulgurantes
de un gran colibrí se aleja.
Mi palabra sube al cielo
ondeando cual bandera
y tus ojos no la miran,
y en el sol ella se quema.
¿Qué sucede con las almas
cuando nadie piensa en ellas?
Ojala que las almas no necesiten que alguien las piense para poder tener una existencia, pero alguien dijo que siguen latiendo en la tierra mientras alguien mantenga vivo su recuerdo, un placer pasar por tu blog, gracias por invitación
ResponderEliminarun abrazo
saludos
Gracias, Pedro, por tanta sensibilidad vertida en tu comentario, que refleja tu alma de poeta.
ResponderEliminarUn abrazo