martes, 3 de mayo de 2011

FRANKENSTEIN


FRANKENSTEIN
FRAGMENTO DEL CAPÍTULO XIII

Me enteré de la división de las propiedades y de los bienes, de cómo existen grandes fortunas y extrema pobreza, y también de lo que son las clases sociales, la nobleza y el rango.
Aquellos conocimientos me hicieron reflexionar sobre mí mismo. Sabía ya que una de las cosas más apreciadas por los hombres era una ilustre ascendencia, unida a la riqueza material. Si un hombre era poseedor de una de estas cualidades, se le respetaba; pero si alguien se veía desposeído de ellas, entonces sus congéneres le consideraban un vagabundo, un esclavo que debía emplear sus energías en el enriquecimiento de los elegidos. Pero entonces, ¿quién era yo? Ignoraba todo lo que se refería a mi creador, aunque sabía que no tenía dinero, ni amigos, ni propiedad alguna. Además, mi figura era repugnante y mi constitución distinta de la de los demás hombres. (...)
Nunca había oído hablar de un ser parecido a mí. Por tanto, ¿era un monstruo, un fenómeno repugnante del que todos los hombres huirían aterrados, y que nunca podría ser amado por otro ser?
Al llegar a este punto de mi reflexión no pude más y lloré de dolor. (...)
Muchas veces intenté ahuyentar tan tristes pensamientos, pero había aprendido que sólo existe un modo de vencer el dolor, y es morir, palabra a la que aun no comprendiéndola del todo bien temía con todas mis fuerzas.

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