Imagen extraída de: http://atc2.aut.uah.es/~avicente/asignaturas/humor/humor.html
"Vida ciudadana: millones de seres viviendo juntos en soledad." Henry David Thoreau Querid@ visitante, sé que estás ahí, aunque a veces te sientas invisible para el mundo. Bueno, en realidad, no sé si hay alguien del otro lado. ¿Estás?... Perdón, es que yo también me creo invisible para el mundo.
miércoles, 18 de mayo de 2011
jueves, 12 de mayo de 2011
sábado, 7 de mayo de 2011
Humor I
Un hombre le comenta al psiquiatra:
- Doctor, todo el mundo me ignora.
Y el doctor dice:
- Que pase el que sigue.
- Doctor, todo el mundo me ignora.
Y el doctor dice:
- Que pase el que sigue.
Primera Soledad
Primera Soledad - Armando Tejada Gómez
Hoy mi madre no me quiso. / La he rondado horas enteras / vestido de capitán, / de mago, de marinero / pero nada, no me quiso / ni me ha pegado siquiera.
Salgo a morir al baldío / volteando todas las puertas.
Arde el sol en el silencio / amarillo de la siesta. / Ni gatos ni vigilantes. / Sólo la calle desierta. /
¿Cómo me voy a morir / sin que mí madre me vea?
Armando Tejada Gómez - Cosa de Niños (1991)
Salgo a morir al baldío / volteando todas las puertas.
Arde el sol en el silencio / amarillo de la siesta. / Ni gatos ni vigilantes. / Sólo la calle desierta. /
¿Cómo me voy a morir / sin que mí madre me vea?
Armando Tejada Gómez - Cosa de Niños (1991)
viernes, 6 de mayo de 2011
HUMBERTO GARZA -CUADROS PASIONALES
Debimos haber amado
cuando empezaba la siembra
en aquellos surcos de oro
a la orilla de la sierra.
Pero seguimos los pájaros
y llegamos a una aldea
donde los rapsodas tristes
contemplaban las estrellas.
Allí, tu boca fue dulce
y tu mirada fue tierna,
y tus bellos ojos claros
libres de toda sospecha.
¡Cuán quietos ahí estuvimos!
Y nuestras voces… ¡Cuán trémulas!
Aún pasaba el aguador
por el borde de la acequia,
el viento aún sacudía
suavemente las caléndulas.
Aún subían mis versos
por un aceite de almendras
y con astrales fulgores
le daban brillo a tu trenza.
Todavía por la noche
con tus manitas de cera
sujetabas los atados
a los picos de cigüeñas.
¡Y la nube crecía grande!
¡Y tu imagen crecía inmensa!
Las gaviotas se convierten
en sombra sobre la arena
cuando ya nadie las busca,
cuando nadie las recuerda.
La gracia de los pastores
se cautiva ante la hoguera
y en las plumas fulgurantes
de un gran colibrí se aleja.
Mi palabra sube al cielo
ondeando cual bandera
y tus ojos no la miran,
y en el sol ella se quema.
¿Qué sucede con las almas
cuando nadie piensa en ellas?
cuando empezaba la siembra
en aquellos surcos de oro
a la orilla de la sierra.
Pero seguimos los pájaros
y llegamos a una aldea
donde los rapsodas tristes
contemplaban las estrellas.
Allí, tu boca fue dulce
y tu mirada fue tierna,
y tus bellos ojos claros
libres de toda sospecha.
¡Cuán quietos ahí estuvimos!
Y nuestras voces… ¡Cuán trémulas!
Aún pasaba el aguador
por el borde de la acequia,
el viento aún sacudía
suavemente las caléndulas.
Aún subían mis versos
por un aceite de almendras
y con astrales fulgores
le daban brillo a tu trenza.
Todavía por la noche
con tus manitas de cera
sujetabas los atados
a los picos de cigüeñas.
¡Y la nube crecía grande!
¡Y tu imagen crecía inmensa!
Las gaviotas se convierten
en sombra sobre la arena
cuando ya nadie las busca,
cuando nadie las recuerda.
La gracia de los pastores
se cautiva ante la hoguera
y en las plumas fulgurantes
de un gran colibrí se aleja.
Mi palabra sube al cielo
ondeando cual bandera
y tus ojos no la miran,
y en el sol ella se quema.
¿Qué sucede con las almas
cuando nadie piensa en ellas?
EL LLANTO DEL DESIERTO - PAULO COELHO
En cuanto llegó a Marrakech, el misionero decidió que todas las mañanas daría un paseo por el desierto que comenzaba tras los límites de la ciudad.
En su primera caminata, vio a un hombre estirado sobre la arena, con la mano acariciando el suelo y el oído pegado a tierra.
"Es un loco", pensó.
Pero la escena se repitió todos los días, por lo que, pasado un mes, intrigado por aquella conducta extraña, resolvió dirigirse a él. Con mucha dificultad, ya que aún no hablaba árabe con fluidez, se arrodilló a su lado y le preguntó:
- ¿Qué es lo que usted está haciendo?.
- Hago compañía al desierto, y lo consuelo por su soledad y sus lágrimas.
- No sabía que el desierto fuese capaz de llorar.
- Llora todos los días, porque sueña con volverse útil para el hombre y transformarse en un inmenso jardín, donde se puedan cultivar las flores y toda clase de plantas y cereales.
- Pues dígale al desierto que él cumple bien su misión -comentó el misionero. - Cada vez que camino por aquí, comprendo mejor la verdadera dimensión del ser humano, pues su espacio abierto me permite ver lo pequeños que somos ante Dios.
Cuando contemplo sus arenas, imagino a las millones de personas en el mundo que fueron criadas iguales, aunque no siempre el mundo sea justo con todas. Sus montañas me ayudan a meditar. Al ver el Sol naciendo en el horizonte, mi alma se llena de alegría, y me aproxima al Creador.
El misionero dejó al hombre y volvió a sus quehaceres diarios. Cual no fue su sorpresa al encontrarlo a la mañana siguiente en el mismo lugar y en la misma posición.
- ¿Ya transmitió al desierto todo lo que le dije?- preguntó.
El hombre asintió con un movimiento de cabeza.
- ¿Y aún así continúa llorando?
- Puedo escuchar cada uno de sus sollozos. Ahora él llora porque pasó miles de años pensando que era completamente inútil, desperdició todo ese tiempo blasfemando contra Dios y su destino.
- Pues explíquele que, a pesar de que el ser humano tiene una vida mucho más corta, también pasa muchos de sus días pensando que es inútil. Rara vez descubre la razón de su destino, y casi siempre considera que Dios ha sido injusto con él. Cuando llega el momento en que, finalmente, algún acontecimiento le demuestra por qué y para qué ha nacido, considera que es demasiado tarde para cambiar de vida, y continúa sufriendo. Y, al igual que el desierto, se culpa por el tiempo que perdió.
- No sé si el desierto me escuchará -dijo el hombre- El ya está acostumbrado al dolor, y no consigue ver las cosas de otra manera.
- Entonces vamos a hacer lo que yo siempre hago cuando siento que las personas han perdido la esperanza. Vamos a rezar.
Ambos se arrodillaron y rezaron; uno se giró en dirección a la Meca porque era musulmán, el otro juntó las manos en plegaria porque era católico. Cada uno rezó a su Dios, que siempre fue el mismo Dios, aunque las personas insistieran en llamarlo con nombres diferentes.
Al día siguiente, cuando el misionero retornó de su caminata matinal, el hombre ya no estaba allí. En el lugar donde acostumbraba a abrazar la arena, el suelo parecía mojado, ya que había nacido una pequeña fuente. En los meses subsiguientes, esta fuente creció y los habitantes de la ciudad construyeron un pozo en torno a ella.
Los beduinos llaman al lugar "Pozo de las Lágrimas del Desierto". Dicen que todo aquel que beba su agua conseguirá transformar el motivo de su sufrimiento en la razón de su alegría , y terminará encontrando su verdadero destino.
PAULO COELHO
En su primera caminata, vio a un hombre estirado sobre la arena, con la mano acariciando el suelo y el oído pegado a tierra.
"Es un loco", pensó.
Pero la escena se repitió todos los días, por lo que, pasado un mes, intrigado por aquella conducta extraña, resolvió dirigirse a él. Con mucha dificultad, ya que aún no hablaba árabe con fluidez, se arrodilló a su lado y le preguntó:
- ¿Qué es lo que usted está haciendo?.
- Hago compañía al desierto, y lo consuelo por su soledad y sus lágrimas.
- No sabía que el desierto fuese capaz de llorar.
- Llora todos los días, porque sueña con volverse útil para el hombre y transformarse en un inmenso jardín, donde se puedan cultivar las flores y toda clase de plantas y cereales.
- Pues dígale al desierto que él cumple bien su misión -comentó el misionero. - Cada vez que camino por aquí, comprendo mejor la verdadera dimensión del ser humano, pues su espacio abierto me permite ver lo pequeños que somos ante Dios.
Cuando contemplo sus arenas, imagino a las millones de personas en el mundo que fueron criadas iguales, aunque no siempre el mundo sea justo con todas. Sus montañas me ayudan a meditar. Al ver el Sol naciendo en el horizonte, mi alma se llena de alegría, y me aproxima al Creador.
El misionero dejó al hombre y volvió a sus quehaceres diarios. Cual no fue su sorpresa al encontrarlo a la mañana siguiente en el mismo lugar y en la misma posición.
- ¿Ya transmitió al desierto todo lo que le dije?- preguntó.
El hombre asintió con un movimiento de cabeza.
- ¿Y aún así continúa llorando?
- Puedo escuchar cada uno de sus sollozos. Ahora él llora porque pasó miles de años pensando que era completamente inútil, desperdició todo ese tiempo blasfemando contra Dios y su destino.
- Pues explíquele que, a pesar de que el ser humano tiene una vida mucho más corta, también pasa muchos de sus días pensando que es inútil. Rara vez descubre la razón de su destino, y casi siempre considera que Dios ha sido injusto con él. Cuando llega el momento en que, finalmente, algún acontecimiento le demuestra por qué y para qué ha nacido, considera que es demasiado tarde para cambiar de vida, y continúa sufriendo. Y, al igual que el desierto, se culpa por el tiempo que perdió.
- No sé si el desierto me escuchará -dijo el hombre- El ya está acostumbrado al dolor, y no consigue ver las cosas de otra manera.
- Entonces vamos a hacer lo que yo siempre hago cuando siento que las personas han perdido la esperanza. Vamos a rezar.
Ambos se arrodillaron y rezaron; uno se giró en dirección a la Meca porque era musulmán, el otro juntó las manos en plegaria porque era católico. Cada uno rezó a su Dios, que siempre fue el mismo Dios, aunque las personas insistieran en llamarlo con nombres diferentes.
Al día siguiente, cuando el misionero retornó de su caminata matinal, el hombre ya no estaba allí. En el lugar donde acostumbraba a abrazar la arena, el suelo parecía mojado, ya que había nacido una pequeña fuente. En los meses subsiguientes, esta fuente creció y los habitantes de la ciudad construyeron un pozo en torno a ella.
Los beduinos llaman al lugar "Pozo de las Lágrimas del Desierto". Dicen que todo aquel que beba su agua conseguirá transformar el motivo de su sufrimiento en la razón de su alegría , y terminará encontrando su verdadero destino.
PAULO COELHO
martes, 3 de mayo de 2011
FRANKENSTEIN
FRANKENSTEIN
FRAGMENTO DEL CAPÍTULO XIII
Me enteré de la división de las propiedades y de los bienes, de cómo existen grandes fortunas y extrema pobreza, y también de lo que son las clases sociales, la nobleza y el rango.
Aquellos conocimientos me hicieron reflexionar sobre mí mismo. Sabía ya que una de las cosas más apreciadas por los hombres era una ilustre ascendencia, unida a la riqueza material. Si un hombre era poseedor de una de estas cualidades, se le respetaba; pero si alguien se veía desposeído de ellas, entonces sus congéneres le consideraban un vagabundo, un esclavo que debía emplear sus energías en el enriquecimiento de los elegidos. Pero entonces, ¿quién era yo? Ignoraba todo lo que se refería a mi creador, aunque sabía que no tenía dinero, ni amigos, ni propiedad alguna. Además, mi figura era repugnante y mi constitución distinta de la de los demás hombres. (...)
Nunca había oído hablar de un ser parecido a mí. Por tanto, ¿era un monstruo, un fenómeno repugnante del que todos los hombres huirían aterrados, y que nunca podría ser amado por otro ser?
Al llegar a este punto de mi reflexión no pude más y lloré de dolor. (...)
Muchas veces intenté ahuyentar tan tristes pensamientos, pero había aprendido que sólo existe un modo de vencer el dolor, y es morir, palabra a la que aun no comprendiéndola del todo bien temía con todas mis fuerzas.
CYRANO DE BERGERAC
FRAGMENTO DE LA ESCENA V
LE BRET.
¿Pero es posible que tú...?
CYRANO. (Con risa amarga.)
¿Que yo ame?... (Cambiando de tono y con gravedad.) Pues amo.
LE BRET.
¿Y quién es ella? ¡Nunca me lo habías dicho!
CYRANO.
¿Quién puede ser?... Reflexiona y lo comprenderás. Me está prohibido soñar con
ser amado, incluso por una mujer fea, a causa de esta nariz que llega un cuarto de hora
antes que yo a cualquier parte. ¿A quien voy a amar entonces? Es lógico: Amo a la más
bella.
LE BRET.
¿A la más bella?
CYRANO.
Es muy sencillo: estoy enamorado de la mujer más bella del mundo, de la más
resplandeciente, de la más delicada, (con acaloramiento), de la más rubia...
(...)
LE BRET.
¡Caramba!... Ya lo he comprendido: ¡está claro!
CYRANO.
¡Me parece evidente!
LE BRET.
¿No es Magdalena Robin, tu prima?
CYRANO.
Sí; Rosana.
LE BRET.
¡Vaya!, ¡pero si es estupendo! ¿La quieres? ¡Pues díselo! Esta noche te has cubierto
de gloria a sus ojos.
CYRANO.
Amigo mío, mírame y dime si puedo esperar algo con esta protuberancia... No, no
me hago ilusiones. A veces, al atardecer, me enternezco, entro en un jardín perfumado...
con mi enorme nariz olfateo el abril... soy todo ojos: a la luz de un rayo de luna plateado,
una dama, del brazo de un caballero, camina lentamente...; también a mí me gustaría llevar
una del brazo. Me exalto, me olvido de todo... y de repente. ¡Contemplo la sombra de mi
perfil en el muro del jardín!
LE BRET. (Emocionado.) ¡Amigo mío!...
CYRANO.Cyrano de Bergerac Edmond Rostand
¡Si me vieras en esos desgraciados momentos en que me siento tan feo y tan solo!...
LE BRET. (Cogiéndole las manos con vivacidad.) Pero... ¿estás llorando?
CYRANO.
¡No!, ¡eso nunca! ¡Sería demasiado ridículo si a lo largo de esta nariz corriese una
lágrima! Mientras sea dueño de mí, no permitiré que la divina belleza de las lágrimas se
mezcle a tan grosera fealdad óyeme: no hay nada... ¡no hay nada tan sublime como las
lágrimas! No quiero que provocando la risa, se viesen ridiculizadas por mi culpa...
LE BRET.
¡Vamos, no te entristezcas!... ¡El amor no es más que azar!
CYRANO. (Moviendo la cabeza.)
¡No! Estoy enamorado de Cleopatra: ¿Tengo el aire de un César? Adoro a
Berenice... ¿tengo el aspecto de un Tito?
http://biblioteca.vitanet.cl/colecciones/800/840/842/cyrano.pdf
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